Ponencia de la Asamblea de Clausura de Curso del
Movimiento Familiar Cristiano
Diócesis de Cádiz y Ceuta
Santuario de Nuestra Señora de la Oliva
Domingo, 7 de junio de 2009
Gloria Nieves Outón y Luis Carlos Gargallo
(Matrimonio Vicepresidente Diocesano del MFC en Cádiz y Ceuta)
¡Qué hermosos son los pies de los que anuncian la buena noticia! (Rm 10,15) Así empieza la carta pastoral de nuestro señor obispo por el Día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar. La carta, si la habéis leído, es una acción de gracias por la labor de apostolado de los laicos en nuestra diócesis en sus diferentes formas, oportunidades y carismas, y a la vez, una llamada de atención para que se continúe dentro de esa labor misionera tan necesaria actualmente en nuestras sociedades modernas, ya que cita “en esta hora en la que la evangelización es la urgencia prioritaria…”. Para ello nos recuerda que tenemos que “ser sarmientos de la vid de Cristo…” y repasa los instrumentos a nuestro alcance:
- la comunión
- la Palabra de Dios
- la participación activa en la sagrada liturgia
- la formación permanente
- la oración
- y el servicio a los hermanos.
Y yo pienso: si realmente estuviéramos convencidos de la buena noticia, nos faltaría día y tiempo para comunicarla, transmitirla, hacer que llegue a todo el mundo.
¿Hasta qué punto estamos realmente convencidos de que el Evangelio es la mejor noticia, la mejor propuesta de vida, la mejor invitación para tomarnos la vida en serio, pero desde Jesús? ¿Dónde está nuestro poder de convocatoria, nuestra seguridad, nuestra alegría contagiosa? ¿Estamos o no estamos convencidos?
En un primer momento nosotros hemos optado por vivir en familia y si nos preguntaran creo que todos estaríamos convencidos de que nuestra familia, la que hemos formado con nuestra pareja, el nido de amor en el que nacieron nuestros hijos ha sido nuestra mejor opción. De eso no nos arrepentimos, más bien al contrario, esperamos que nuestros hijos formen también sus familias y así poder disfrutar de las siguientes etapas con sus hijos. Hemos intentado, con nuestros fallos y errores, transmitir a nuestros hijos que somos su hogar, que pese a sus inseguridades o errores siempre tendrán un lugar donde acudir. Sí, a la familia sí la valoramos. Quizá por eso un día nos metimos en el Movimiento Familiar Cristiano. Éramos mucho más jóvenes pero ya sabíamos que formar una familia sería lo que daría verdaderamente sentido a nuestra vida, y si el Movimiento podía ayudarnos pues estupendo. Y realmente durante un tiempo nos ayudó muchísimo. En muchos casos nuestros hijos nacieron y crecieron al amparo de esos primeros años. Y ahí con nosotros estaba sobre todo nuestro equipo: matrimonios con inquietudes similares a las nuestras, con fe, y ganas de crecer en ella… los equipos nos arroparon, y bajo su sombra crecieron nuestros hijos, compartimos inquietudes y problemas parecidos, nos comprometimos con diferentes tareas evangélicas… Pero quizá todo se convirtió en rutina, en costumbre, en hábito…, es como cuando te habitúas a algo que es bueno y lo asumes con excesiva naturalidad, olvidando que si no se cuida se puede perder. A los miembros de nuestro equipo los queremos como si de nuestra familia se trataran; de hecho, en ocasiones hemos vivido con ellos mejores y peores momentos que con nuestros propios hermanos o hermanas por lejanía de estos. Todos hemos pasado ya por la pérdida de alguno de los miembros de nuestros equipos o por problemas médicos graves de ellos o de sus familias, y hasta por separaciones, que nos han dolido mucho porque eran ya como de nuestra familia… Pero, la vinculación afectiva a veces ha podido con la espiritual, y los lazos estrechados humanamente se han aflojado en el compromiso, la oración, la formación y la Eucaristía. Muchos grupos se reúnen quincenalmente, lo que lleva a que si alguien se pierde una reunión, tardan un mes en volverse a ver. Además cuando la gente se ve, hace tanto tiempo que no se cuentan cosas que lo meramente humano se antepone a lo divino, y la oración y el compromiso quedan relegados a un segundo término. Y no digamos el resto de los miembros del Movimiento… En realidad son sólo cuatro o cinco celebraciones conjuntas a lo largo del año, pero… los hijos que vienen a comer, los nietos, la pereza…, total… qué más da, si no vamos no pasa nada… Y al final el vínculo que nos sigue uniendo al Movimiento se va debilitando cada vez más y a veces se convierte sólo en la cuota. ¿Qué ha pasado? ¿Por qué nos hemos desvinculado? Quizá, porque el marco que nos acogía era tan amplio, tan abierto, que hemos cubierto nuestras necesidades apostólicas con otras actividades y compromisos, de forma que hoy el MFC para nosotros es únicamente… no sé, cada uno sabremos. Hemos llenado nuestras vidas con obligaciones y compromisos de gran envergadura e importancia, pero alejados de las dimensiones propias del MFC, aunque nos justificamos diciendo que fue nuestra pertenencia al MFC lo que nos hizo comprometernos en esa nueva aventura. Pero hoy no tenemos tiempo para dedicárselo al MFC. Esto no es una acusación, es sólo una constatación de la realidad. A lo mejor tendríamos que plantearnos que si preferimos otros cauces apostólicos, deberíamos dar por terminada la vida del MFC en Cádiz.
Siempre nos preguntamos ¿por qué hasta las cosas que sabemos buenas nos cuesta tanto que salgan adelante? Por ejemplo, los encuentros. El que más o el que menos ha dado la lata ya a todos los matrimonios de su entorno… ¿y a los hijos?, ¿y a las parejas amigas de nuestros hijos?, ¿y a nuestros hermanos?... ¿Y nosotros?, ¿nos planteamos repetirlo?
Quizá sería bueno plantearnos en pareja: ¿qué es lo mejor que nos ha ofrecido el MFC?, ¿qué nos vincula todavía a él?... Yo creo que las personas que nos han ido acompañando en este recorrido, y ya no sólo los de nuestro equipo, sino todos con los que hemos compartido buenos ratos, experiencias y momentos. Pero, ¿y Dios?, ¿dónde está? ¿Nos hemos preguntado qué nos pide Él? ¿Tenemos orientada nuestra vida hacia Él? Os invitamos a compartir con vuestro cónyuge las respuestas, y a actuar en consecuencia.
Todos sabemos que no existe un único camino; de hecho, ni mis padres ni los de mi marido pertenecieron nunca al MFC, pero ha sido su testimonio de vida en común lo que ha dado consistencia a nuestro proyecto de familia. Y hoy nos descubrimos deseando ser capaces de transmitirles a nuestros hijos al menos parte de esa enorme riqueza que junto a ellos aprendimos.
Hoy, en unos tiempos que se habla tanto de las familias, de sus derechos, deberes, expectativas, modelos, cambios,…; hoy, cuando se está construyendo un nuevo concepto de familia, quizá deberíamos preguntarnos hasta qué punto hemos optado por mantenernos al margen o estamos realmente implicados en hacer presente el concepto de familia cristiana en el que creemos. En realidad, ese es el único objetivo que tiene el MFC. Si nos está ayudando, genial; si no lo está haciendo, analicemos las razones y busquemos soluciones. Y si somos nosotros los que no nos decidimos a comprometernos, también es buen momento para ver por qué y ponernos en camino.
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