Querido Benedicto XVI
09.04.2010 -
Antonio Manuel Sánchez Sánchez
Presidente Diocesano del Movimiento Familiar Cristiano
Querido Benedicto XVI, somos muchos los que nos hemos visto sorprendidos en estos días de pasión con dos hechos que nos han ayudado a despertar. Por una parte las denuncias de abuso de menores por parte de un minúsculo número de sacerdotes. Y, por otra, la feroz campaña de odio y difamación contra la Iglesia; da igual el motivo, su objetivo es volver a crucificar a Cristo, crucificando a la Iglesia y al Papa.
Santo Padre, quiero darle las gracias porque, una vez más, nos ha comunicado con su testimonio de vida y con sus palabras las certezas del Evangelio. Palabras severas y tajantes ante esos graves delitos por los que los culpables responderán «ante Dios y ante los tribunales». Palabras llenas de sabiduría y coraje para no amedrentarse ante el griterío, las murmuraciones y la campaña emprendida contra el Vicario de Cristo y la Iglesia. Gracias, Santo Padre, por dedicar este año a los más de cuatrocientos mil sacerdotes que lo han dejado todo para servir al pueblo en parroquias, hospitales, escuelas, incluso en países donde exponen sus vidas a torturas y asesinatos.
Es curioso ver cómo estos enemigos de la Iglesia se sienten muy a gusto en una sociedad donde el asesinato de niños en el vientre materno es un derecho. Se sienten cómodos en una sociedad donde las relaciones «consentidas» entre un adulto y una niña de 14 años no es delito. Se sienten con el derecho a imponer perversiones sexuales en la escuela y les encantaría que fueran patrocinadas por instituciones públicas. No les escandaliza que se fomente la prostitución a través de las páginas de anuncios de los periódicos. No les inquietan otros tantos síntomas de una sociedad vacía y enferma.
Santo Padre, cuente con nosotros para acompañarle en su maravillosa tarea. Seguiremos evangelizando porque el Evangelio, además de ofrecer la felicidad, hace personas libres. Seguiremos defendiendo la vida, ayudando a las madres para que acojan a sus hijos; y a las que han sufrido el calvario del aborto seguiremos mostrándoles las manos abiertas de una Iglesia que las acoge con misericordia y las cura de sus heridas. Seguiremos trabajando por el reconocimiento de la dignidad de toda persona, mujeres, hombres, niños, inmigrantes, ancianos, minusválidos físicos o psíquicos; en escuelas, hospitales, comedores sociales,... Seguiremos alzando la voz contra el paro, el hambre y la guerra en cualquier parte del mundo. Seguiremos multiplicando familias cristianas para que sean células sanas en una sociedad enferma. Seguiremos luchando por una educación en valores humanos y en una sexualidad humana y responsable. En definitiva, seguiremos construyendo una sociedad más humana, más libre, más justa y en paz. Seguiremos sembrando felicidad en los corazones de nuestros semejantes.
Gracias, Santo Padre, por recordarnos siempre la presencia de Jesucristo y sus palabras: «En el mundo tendréis luchas; pero tened valor; yo he vencido al mundo» (Jn 16,33).
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