QUEDAOS AQUÍ, MIENTRAS YO ME VOY ALLÍ A ORAR (Mt 26,36)
Ante
la noticia de la renuncia de Benedicto XVI, que ha conmocionado al mundo, se
han hecho numerosas reflexiones: se ha resaltado la humildad y responsabilidad
del Papa, lo acertado de la decisión en unos momentos difíciles para la
Iglesia, los grandes problemas que ha tenido que afrontar en su Pontificado, y
hasta motivos ocultos que le hayan podido forzar a ello. Pero hay una reflexión
que no ha sido suficientemente tenida en
consideración.
La
opción tomada por el Beato Juan Pablo II de continuar en el pontificado a pesar
de la grave enfermedad que padecía, fue interpretada como una puesta en valor
de la importancia del sufrimiento como
medio de santificación, ante un mundo que rehúye el dolor y se instala en la vida cómoda.
El
Papa Benedicto XVI ha tomado libremente una decisión valiente para en adelante “servir de todo
corazón a la Santa Iglesia de Dios con una vida dedicada a la plegaria.”
El Santo Padre, Pontífice de la Iglesia Católica, lo deja todo y se retira a
orar, oculto en la soledad del monasterio. ¡Que ejemplo para toda la Iglesia y
para cada uno de los cristianos, que a veces hemos podido cuestionar la
importancia de la oración en la vida de la Iglesia¡ ¿No nos recuerda muchos
pasajes del Evangelio, donde Jesús, ante momentos cruciales de su vida o en
situaciones especialmente difíciles,
apartándose de los suyos, se retiraba a orar y hasta su rostro se
transformaba en comunicación con el Padre?
Es
bueno valorar la figura de un Papa que ha sido ejemplar en tantas cosas, pero
creo que los cristianos debemos dar un paso más y ver en esa actitud de
renuncia al pontificado para dedicarse a la plegaria, un testimonio y una
manifestación pública de la importancia de la oración. Esta opción de entrega a
la oración, por parte del pastor supremo de la Iglesia, está interpelando a los
demás pastores y fieles para que, a ejemplo
del Buen Pastor, Jesucristo y de sus más cualificados seguidores, den a la oración un lugar prioritario en la vida
personal y comunitaria de la Iglesia.
A
partir de ahí, creo que no sería necesario el esfuerzo y carisma de unos pocos
para ir convenciendo, uno a uno, a
tantos católicos que han de ser ejemplo de vida cristiana, para que vivan y
fomenten la oración como medio de
santificación a acercamiento a
Jesucristo.
¡Que
el testimonio de Benedicto XVI avive en los católicos el convencimiento de que
la oración es el camino para encontrarse con el Señor, haciendo descender
su gracia sobre nosotros, manteniéndonos unidos a él y en comunión con los
hermanos¡
Jesús
Costa