MOVIMIENTO FAMILIAR CRISTIANO

Diócesis de Cádiz y Ceuta
(Asociación Pública de la Iglesia Católica)
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02 marzo 2013


QUEDAOS AQUÍ, MIENTRAS YO ME VOY ALLÍ A ORAR    (Mt 26,36)

Ante la noticia de la renuncia de Benedicto XVI, que ha conmocionado al mundo, se han hecho numerosas reflexiones: se ha resaltado la humildad y responsabilidad del Papa, lo acertado de la decisión en unos momentos difíciles para la Iglesia, los grandes problemas que ha tenido que afrontar en su Pontificado, y hasta motivos ocultos que le hayan podido forzar a ello. Pero hay una reflexión que no ha sido  suficientemente tenida en consideración.
La opción tomada por el Beato Juan Pablo II de continuar en el pontificado a pesar de la grave enfermedad que padecía, fue interpretada como una puesta en valor de la importancia del sufrimiento  como medio de santificación, ante un mundo que rehúye  el dolor y se instala en la vida cómoda.
El Papa Benedicto XVI ha tomado libremente una decisión valiente para en adelante “servir de todo corazón a la Santa Iglesia de Dios con una vida dedicada a la plegaria.” El Santo Padre, Pontífice de la Iglesia Católica, lo deja todo y se retira a orar, oculto en la soledad del monasterio. ¡Que ejemplo para toda la Iglesia y para cada uno de los cristianos, que a veces hemos podido cuestionar la importancia de la oración en la vida de la Iglesia¡ ¿No nos recuerda muchos pasajes del Evangelio, donde Jesús, ante momentos cruciales de su vida o en situaciones especialmente difíciles,  apartándose de los suyos, se retiraba a orar y hasta su rostro se transformaba en comunicación con el Padre?
Es bueno valorar la figura de un Papa que ha sido ejemplar en tantas cosas, pero creo que los cristianos debemos dar un paso más y ver en esa actitud de renuncia al pontificado para dedicarse a la plegaria, un testimonio y una manifestación pública de la importancia de la oración. Esta opción de entrega a la oración, por parte del pastor supremo de la Iglesia, está interpelando a los demás pastores y  fieles para que, a ejemplo del Buen Pastor, Jesucristo y de sus más cualificados seguidores,   den a la oración un lugar prioritario en la vida personal y comunitaria de la Iglesia.
A partir de ahí, creo que no sería necesario el esfuerzo y carisma de unos pocos para ir convenciendo,  uno a uno, a tantos católicos que han de ser ejemplo de vida cristiana, para que vivan y fomenten la oración  como medio de santificación  a acercamiento a Jesucristo.
¡Que el testimonio de Benedicto XVI avive en los católicos el convencimiento de que la oración   es el camino para  encontrarse con el Señor, haciendo descender su gracia sobre nosotros, manteniéndonos unidos a él y en comunión con los hermanos¡
Jesús Costa