BOLETÍN DIOCESANO Nº 10 DEL MOVIMIENTO FAMILIAR CRISTIANO
CARTA DEL PAPA FRANCISCO A LAS FAMILIAS
Me presento a la puerta de su casa para hablarles de un acontecimiento que, como
ya saben, tendrá lugar el próximo mes de octubre en el Vaticano. Se trata de la
Asamblea General Extraordinaria del Sínodo de los Obispos, convocada para tratar
el tema Los retos pastorales de la familia en el contexto de la evangelización. Pues
la Iglesia hoy está llamada a anunciar el Evangelio afrontando también las nuevas
emergencias pastorales relacionadas con la familia.
Este señalado encuentro es importante para todo el Pueblo de Dios, Obispos,
sacerdotes, personas consagradas y fieles laicos de las Iglesias particulares del mundo
entero, participan activamente en su preparación con propuestas concretas y con la
ayuda indispensable de la oración. El apoyo de la oración es necesario e importante
especialmente de parte de ustedes, queridas familias. Esta Asamblea sinodal está
dedicada de modo especial a ustedes, a su vocación y misión en la Iglesia y en la
sociedad, a los problemas de los matrimonios, de la vida familiar, de la educación de
los hijos, y a la tarea de las familias en la misión de la Iglesia. Por tanto, les pido que
invoquen con insistencia al Espíritu Santo, para que ilumine a los Padres sinodales y
los guíe en su grave responsabilidad. Como saben, a esta Asamblea sinodal
extraordinaria seguirá un año después la Asamblea ordinaria, que tratará el mismo
tema de la familia. Y, en ese contexto, en septiembre de 2015, tendrá lugar el
Encuentro Mundial de las Familias en Filadelfia. Así pues, oremos todos juntos para
que, mediante estas iniciativas, la Iglesia realice un auténtico camino de
discernimiento y adopte los medios pastorales adecuados para ayudar a las familias a
afrontar los retos actuales con la luz y la fuerza que vienen del Evangelio.
Les escribo esta carta el día en que se celebra la fiesta de la Presentación de
Jesús en el templo. En el Evangelio de Lucas vemos que la Virgen y San José, según la
Ley de Moisés, llevaron al Niño al templo para ofrecérselo al Señor, y dos ancianos,
Simeón y Ana, impulsados por el Espíritu Santo, fueron a su encuentro y reconocieron
en Jesús al Mesías. Simeón lo tomó en brazos y dio gracias a Dios porque finalmente
había visto la salvación; Ana, a pesar de su avanzada edad, cobró nuevas fuerzas y se
puso a hablar a todos del Niño. Es una hermosa estampa: dos jóvenes padres y dos
personas ancianas, reunidas por Jesús. ¡Realmente Jesús hace que generaciones
diferentes se encuentren y se unan! Él es la fuente inagotable de ese amor que vence
todo egoísmo, toda soledad, toda tristeza. En su camino familiar, ustedes comparten
tantos momentos inolvidables: las comidas, el descanso, las tareas de la casa, la
diversión, la oración, las excursiones y peregrinaciones, la solidaridad con los
necesitados… Sin embargo, si falta el amor, falta la alegría, y el amor auténtico nos lo da
Jesús: Él nos ofrece su Palabra, que ilumina nuestro camino; nos da el Pan de vida, que
nos sostiene en las fatigas de cada día.
Queridas familias, su oración por el Sínodo de los Obispos será un precioso
tesoro que enriquecerá a la Iglesia. Se lo agradezco, y les pido que recen también
por mí, para que pueda servir al Pueblo de Dios en la verdad y en la caridad. Que la
protección de la Bienaventurada Virgen María y de San José les acompañe siempre
y les ayude a caminar unidos en el amor y en el servicio mutuo. Invoco de corazón
sobre cada familia la bendición del Señor.
Vaticano, 2 de febrero de 2014
PARTICIPACIÓN EN LAS ACTIVIDADES DEL MFC
Vamos acercándonos ya al último trimestre del curso, que es el más intenso y comprometido.
Por un lado, hemos de revisar el trabajo realizado (si hemos respondido con diligencia a la llamada del Señor, cumpliendo la misión que nos ha encomendado); por otro lado, debemos estar atentos a las actividades que jalonan los meses que faltan para finalizar el curso.
Nos preparamos a la venida del Señor con el Retiro de Adviento. Asistimos a la Asamblea de la Zona Sur, en la que tuvimos ocasión de estrechar relaciones con los responsables de las demás diócesis de Andalucía. Hemos tenido la satisfacción de celebrar tres Encuentros Conyugales este curso, Uno en Ceuta y dos en la Casa de Ejercicios de El Puerto de Santa Maria. Y a comienzos de esta año, pudimos disfrutar de un día de convivencia en el Santuario Ntra. Sra. de la Oliva, saboreando la caldereta de conejos que nos preparó nuestro consiliario P. Balbino, con los miembros de los Equipos de Vejer.
Pero no podemos quedarnos en el recuerdo, pues, como dijimos, nos queda un
trimestre muy intenso que requiere nuestra participación:
-El 6 de abril celebraremos el Retiro de Cuaresma en la parroquia Ntra. Sra. de Europa
(Novo Santi Petri) para prepararnos a la Semana Santa y a la gran fiesta de la Resurrección.
-Para los días 29 y 30 de marzo la Delegación de Familia tiene programado Ejercicios
Espirituales para matrimonios, en el Santuario de la Virgen de Regla, impartidos por el P. Carlos.
-Para los días 24 y 25 de abril nos están preparando los presidentes de Huelva, la
convivencia de la Zona Sur, que el año pasado nos tocó hacer en Cádiz. Han puesto mucha ilusión y habrá visita a varios lugares y celebraciones, esperando contar con nuestra participación.
-Y la Asamblea de fin de curso, todavía lejana, la celebraremos en el Santuario Ntra. Sra.
de la Oliva el día 15 de junio.
Como veis, hay muchas oportunidades de participar en las distintas celebraciones programadas, que esperamos compartir, dando testimonio de nuestro compromiso con el Movimiento Familiar Cristiano.
El Equipo de Presidencia Diocesano
MENSAJE DE CUARESMA DEL PAPA FRANCISCO
Queridos hermanos y hermanas:
Con ocasión de la Cuaresma os propongo algunas reflexiones, a fin de que os sirvan para
el camino personal y comunitario de conversión. Comienzo recordando las palabras de San
Pablo: Pues conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, se hizo
pobre por vosotros para enriqueceros con su pobreza (2 Cor 8, 9) … ¿Qué nos dicen, a los
cristianos de hoy, estas palabras de san Pablo? ¿Qué nos dice hoy, a nosotros, la
invitación a la pobreza, a una vida pobre en sentido evangélico?
Ante todo, nos dicen cuál es el estilo de Dios. Dios no se revela mediante el poder
y la riqueza del mundo, sino mediante la debilidad y la pobreza: Siendo rico, se hizo pobre
por vosotros…. Cristo, el Hijo eterno de Dios, igual al Padre en poder y gloria, se hizo
pobre; descendió en medio de nosotros, se acercó a cada uno de nosotros; se desnudó, se
vació, para ser en todo semejante a nosotros (Flp 2, 7; Heb 4, 15). ¡Qué gran misterio la
encarnación de Dios! La razón de todo esto es el amor divino, un amor que es gracia,
generosidad, deseo de proximidad, y que no duda en darse y sacrificarse por las criaturas a
las que ama. La caridad, el amor, es compartir en todo la suerte del amado. El amor nos
hace semejantes, crea igualdad, derriba los muros y las distancias. Y Dios hizo esto con
nosotros. Jesús, en efecto, trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de
hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre. Nacido de la Virgen
María, se hizo verdaderamente uno de nosotros, en todo semejante a nosotros excepto en
el pecado (Gaudium et spes, 22).
…Lo que nos da verdadera libertad, verdadera salvación y verdadera felicidad es su
amor lleno de compasión, de ternura, que quiere compartir con nosotros. La pobreza de Cristo
que nos enriquece, consiste en el hecho que se hizo carne, cargó con nuestras debilidades y
nuestros pecados, comunicándonos la misericordia infinita de Dios. La pobreza de Cristo es la
mayor riqueza: la riqueza de Jesús es su confianza en Dios Padre, es encomendarse a Él en
todo momento, buscando siempre y solamente su voluntad y su gloria…Se ha dicho que la
única verdadera tristeza es no ser santos (L. Bloy); podríamos decir también que hay una
única verdadera miseria: no vivir como hijos de Dios y hermanos de Cristo.
Podríamos pensar que este camino de la pobreza fue el de Jesús, mientras que
nosotros, que venimos después de Él, podemos salvar el mundo con los medios humanos
adecuados. No es así. En toda época y en todo lugar, Dios sigue salvando a los hombres y
salvando el mundo mediante la pobreza de Cristo, el cual se hace pobre en los
Sacramentos, en la Palabra y en su Iglesia, que es un pueblo de pobres. La riqueza de
Dios no puede pasar a través de nuestra riqueza, sino siempre y solamente, a través de
nuestra pobreza, personal y comunitaria, animada por el Espíritu de Cristo.
A imitación de nuestro Maestro, los cristianos estamos llamados a mirar las
miserias de los hermanos, a tocarlas, a hacernos cargo de ellas y a realizar obras
concretas a fin de aliviarlas. En los pobres y en los últimos vemos el rostro de Cristo;
amando y ayudando a los pobres amamos y servimos a Cristo. Nuestros esfuerzos se
orientan asimismo a encontrar el modo de que cesen en el mundo las violaciones de la
dignidad humana, las discriminaciones y los abusos, que, en tantos casos, son el origen de
la miseria. Cuando el poder, el lujo y el dinero se convierten en ídolos, se anteponen a la
exigencia de una distribución justa de las riquezas. Por tanto, es necesario que las
conciencias se conviertan a la justicia, a la igualdad, a la sobriedad y al compartir.
No es menos preocupante la miseria moral, que consiste en convertirse en
esclavos del vicio y del pecado. ¡Cuántas familias viven angustiadas porque alguno de sus
miembros —a menudo joven— tiene dependencia del alcohol, las drogas, el juego o la
pornografía! ¡Cuántas personas han perdido el sentido de la vida, están privadas de
perspectivas para el futuro y han perdido la esperanza! Y cuántas personas se ven
obligadas a vivir esta miseria por condiciones sociales injustas, por falta de un trabajo, lo
cual les priva de la dignidad que da llevar el pan a casa, por falta de igualdad respecto de
los derechos a la educación y la salud. En estos casos la miseria moral bien podría
llamarse casi suicidio incipiente. Esta forma de miseria, que también es causa de ruina
económica, siempre va unida a la miseria espiritual, que nos golpea cuando nos alejamos
de Dios y rechazamos su amor. Si consideramos que no necesitamos a Dios, porque
pensamos que nos bastamos a nosotros mismos, nos encaminamos por un camino de
fracaso. Dios es el único que verdaderamente salva y libera.
El Evangelio es el verdadero antídoto contra la miseria espiritual: en cada
ambiente el cristiano está llamado a llevar el anuncio liberador de que existe el perdón del
mal cometido, que Dios es más grande que nuestro pecado y nos ama gratuitamente,
siempre, y que estamos hechos para la comunión y para la vida eterna. ¡El Señor nos invita
a anunciar con gozo este mensaje de misericordia y de esperanza! Es hermoso
experimentar la alegría de extender esta buena nueva, de compartir el tesoro que se nos ha
confiado, para consolar los corazones afligidos y dar esperanza a tantos hermanos y
hermanas sumidos en el vacío… Unidos a Él, podemos abrir con valentía nuevos caminos
de evangelización y promoción humana.
Queridos hermanos y hermanas, que este tiempo de Cuaresma encuentre a toda
la Iglesia dispuesta y solícita a la hora de testimoniar a cuantos viven en la miseria material,
moral y espiritual el mensaje evangélico, que se resume en el anuncio del amor del Padre
misericordioso, listo para abrazar en Cristo a cada persona. Podremos hacerlo en la medida
en que nos conformemos a Cristo, que se hizo pobre y nos enriqueció con su pobreza. La
Cuaresma es un tiempo adecuado para despojarse; y nos hará bien preguntarnos de qué
podemos privarnos a fin de ayudar y enriquecer a otros con nuestra pobreza. No olvidemos
que la verdadera pobreza duele: no sería válido un despojo sin esta dimensión penitencial.
Desconfío de la limosna que no cuesta y no duele.
Que el Espíritu Santo, gracias al cual [somos] como pobres, pero que enriquecen a
muchos; como necesitados, pero poseyéndolo todo (2 Cor 6, 10), sostenga nuestros
propósitos y fortalezca en nosotros la atención y la responsabilidad ante la miseria humana,
para que seamos misericordiosos y agentes de misericordia. Con este deseo, aseguro mi
oración por todos los creyentes. Que cada comunidad eclesial recorra provechosamente el
camino cuaresmal. Os pido que recéis por mí. Que el Señor os bendiga y la Virgen os guarde