MOVIMIENTO FAMILIAR CRISTIANO

Diócesis de Cádiz y Ceuta
(Asociación Pública de la Iglesia Católica)
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04 octubre 2012


TRABAJO DECENTE, COMO DIOS MANDA

El día  7 de octubre  se celebra la  Jornada Internacional  por el Trabajo  Decente. En  plena crisis
social y económica cobra especial significación esta efeméride. El creciente paro, el aumento del
empleo  temporal  y precario,  las  familias  sin  recursos,  la juventud  asolada  por  una  tasa  de
desempleo del 52% y un futuro incierto, las políticas de austeridad y recorte social, la disminución
de derechos…  ponen de  manifiesto  que lo  que está  en juego  es la vida  de las  personas  y el
desarrollo pleno de su humanidad y de su dignidad como hijos de Dios.

Por  este motivo,  esta jornada  que nace en  el seno del  movimiento obrero internacional, no deja
indiferente a  la Iglesia y,  de manera especial,  al Secretariado Diocesanos de Pastoral Obrera de
nuestra diócesis. “Nada hay auténticamente humano que no halle eco en su corazón”. (1. GS)

El  trabajo,  de  importancia  vital  para  la  Iglesia  como  dimensión  humana  fundamental,  y las
condiciones  en que  se  desarrolla  se convierten  en estos  momentos  en criterio  decisivo  para
discernir  si nuestra  sociedad  –nuestra economía,  las  decisiones  políticas  y  reformas que se
acometen,  las opiniones  que se difunden…-  se basa  en la  justicia  y en la  búsqueda  del bien
común, especialmente para los más empobrecidos. El trabajo que somos capaces de crear como
sociedad es medida de  la decencia de ésta.  Porque,  al igual que el desempleo,  no todo empleo
ayuda al desarrollo integral de la persona,  sirve para que el ser humano  despliegue su naturaleza
y su  vocación a  la comunión.  Cuando es indecente,  precario,  sin derechos,  mal remunerado…
lejos  de ser un  bien para  la persona  la esclaviza  condicionando  su libertad,  la empobrece y la
deshumaniza. El trabajo así sólo es una variable económica y el trabajador una mercancía. Nunca
el fin, aunque aparentemente pueda ser legítimo,  como crear empleo,  puede justificar los medios
si estos precarizan  el trabajo y a los trabajadores y sus familias.  Trabajo y trabajador,  como nos
decía Juan Pablo II en la encíclica Laborem exercens, no se pueden separar.

Sólo un trabajo decente,  a la altura de las necesidades del ser humano, puede ser admitido por la
Iglesia.  Un trabajo,  como  nos  recuerda  Benedicto  XVI  en la  encíclica  Caritas in  veritate -63-,
“...que,  en cualquier sociedad,  sea expresión de la dignidad esencial de todo hombre o mujer:  un
trabajo  libremente elegido,  que asocie efectivamente  a los trabajadores,  hombres  y mujeres,  al
desarrollo  de su  comunidad;  un  trabajo  que,  de  este  modo,  haga que  los  trabajadores  sean
respetados,  evitando toda discriminación; un trabajo que permita satisfacer las necesidades de las
familias  y escolarizar  a los hijos  sin que se vean  obligados a trabajar; un trabajo que consienta a
los  trabajadores  organizarse  libremente  y  hacer oír  su voz;  un trabajo  que  deje  espacio  para
reencontrarse  adecuadamente  con las propias  raíces en el  ámbito personal,  familiar y espiritual;
un trabajo que asegure una condición digna a los trabajadores que llegan a la jubilación.”

                                                                                                                    Cádiz, octubre 2012
  
                          Secretariado Diocesano de Pastoral Obrera de Cádiz y Ceuta