MOVIMIENTO FAMILIAR CRISTIANO

Diócesis de Cádiz y Ceuta
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17 noviembre 2011

BENDICIÓN Y MALDICIÓN

En este último domingo del año litúrgico celebramos la majestad de Jesucristo Rey del Universo (Mt 25, 31-46). En su venida se cumple la profecía de Ezequiel: “Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras”.
Como ha escrito Benedicto XVI, “la imagen del Juicio final no es en primer lugar una imagen terrorífica, sino una imagen de esperanza; quizás la imagen decisiva para nosotros de la esperanza… Es una imagen que exige la responsabilidad”. El juicio no se dirige a los creyentes, sino a toda la humanidad. Es humano quien se cuida de los demás.

La manifestación del Señor revela la bendición y la maldición que señala la vida de cada persona. El criterio del juicio último es la causa de la justicia. Los benditos no lo son por haber multiplicado sus ritos religiosos. Son benditos por haber prestado atención a todos los que a lo largo de la historia han sido abandonados o excluidos, ignorados y oprimidos.

Los malditos lo son por no haber prestado atención a los que la necesitaban. El juicio último subraya de forma dramática la importancia del pecado de omisión. La falta de amor. Ese pecado que encuentra cada día una justificación en lo mucho que tenemos que hacer. El pecado que antepone las cosas a las personas y lo urgente a lo necesario.

OJOS NUEVOS

Por otra parte, la parábola y profecía del juicio pone en evidencia nuestro modo de mirar a las personas. Solemos decir que la fe significa mirar el mundo y a la humanidad con ojos nuevos, es decir, con los ojos de Dios. Pues bien, el juicio final es un examen sobre nuestra capacidad de visión.

• “¿Cuándo te vimos con hambre y te alimentamos … Cuándo te vimos con enfermo y no te asistimos?” Esas son las preguntas que dirigen al Señor de la historia tanto los benditos y como los malditos. Unos y otros vemos al hambriento y al enfermo, al encarcelado o al desnudo. Pero con demasiada frecuencia lo vemos como un número en una estadística, como un fenómeno social, o como un culpable.

• “Conmigo lo hicisteis… Tampoco lo hicisteis conmigo”. Esa es la alternativa cristiana. Creyentes y no creyentes están llamados a dar prueba de su humanidad por su capacidad de compadecerse con los despreciados de la tierra. Pero los creyentes en Jesucristo saben que en el despreciado está el mismo Jesús. Para eso hacen falta ojos nuevos. Para descubrir en el pobre y el marginado el signo sacramental de la presencia del Señor.

- Señor Jesús, sabemos que a la tarde nos examinarán sobre el amor. Que tu luz y tu gracia nos ayuden a descubrirte en el rostro de todos los que sufren. Amén.

José-Román Flecha Andrés

Universidad Pontificia de Salamanca

3 comentarios:

Antonio M. Sánchez dijo...

Pero los creyentes en Jesucristo saben que en el despreciado está el mismo Jesús. Para eso hacen falta ojos nuevos. Para descubrir en el pobre y el marginado el signo sacramental de la presencia del Señor.

Antonio M. Sánchez dijo...

Para conseguir "ojos nuevos" os dejo este enlace de un escrito que me envió Miguel Ángel de la Huerga y que quiero compartir con vosotros.

Antonio M. Sánchez dijo...

Ahí va el enlace prometido:
http://escuelayfamiliacatolica.blogspot.com/2011/11/la-eficacia-de-la-oracion-que-cambia-la.html